domingo, 31 de julio de 2011

INFLACIÓN . . . ¿ El impuesto de los pobres . . . O solo moviliza el consumo?.

El ciclo inflacionario no da para más.


Federico Sturzenegger. 

Para LA NACIÓN.


Domingo 31 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa.

Existe un amplio consenso de que la inflación es unos de los problemas más importantes que enfrenta la economía argentina. Pero no existe el mismo consenso sobre qué hacer con ella. 
El Gobierno piensa que es un mal necesario para sostener la expansión de la economía, mientras que la mayoría de los analistas económicos piensa que es conveniente bajarla aun a costa de una desaceleración. Mi visión, sin embargo, es que bajar la inflación no sólo es conveniente, sino que es la mejor manera de proteger el proceso de crecimiento. Es que un proceso de alta inflación con dólar planchado genera dinámicas insostenibles, y cuanto más alta se mantenga la inflación, más disruptivos serán los ajustes que eventualmente se conviertan en necesarios.

A diferencia del período 2002-2007, cuando la estrategia de crecimiento se basó en un esquema de superávit fiscal y tipo de cambio competitivo y estable, que generó un genuino proceso de crecimiento, haciendo rentable utilizar la capacidad ociosa en infraestructura, empleo y capital; el modelo económico de Cristina Fernández de Kirchner se ciñó estrictamente al recetario tradicional de las políticas populistas de los años 70 y 80: un fuerte impulso mediante políticas fiscales y monetarias expansivas, con atraso cambiario. Durante la gestión de Cristina, se esfumó el superávit fiscal; la inflación, ya alta, subió aún más, y el dólar, en relación con los precios locales, volvió a los niveles de la convertibilidad.

En este esquema, anclar el dólar resulta clave, porque generar una trayectoria predecible para el tipo de cambio tiene un papel central en la determinación de las tasas de interés locales. Un dólar estable induce a colocar los ahorros en pesos, a tasas que son bajas relativas a la inflación local, pero que producen un buen rendimiento en dólares. Así, fijando el tipo de cambio, se logra mantener bajas las tasas de interés, lo que produce un fuerte incentivo al endeudamiento, que se traduce ipso facto en un boom de consumo.La fatídica "tablita"

En la Argentina, este mecanismo se usó en los 70 con la fatídica "tablita" y también fue el factor que impulsó una fuerte expansión, al comienzo de la convertibilidad. En todos los casos, es la expansión del crédito la que motoriza la economía (en los 70, al boom se lo llamó "plata dulce" y en los 90, "cuota licuadora"). En la actualidad, observamos con claridad el fenómeno: el crédito bancario subió durante el último año un 39% para el consumo y un 53%, el de empresas.

El problema es que este esquema no sólo no es sostenible en el tiempo, sino que no hay manera de que lo sea. Si las bajas tasas de interés se sostienen porque hay un tipo de cambio que se atrasa relativo a los precios internos, está claro que la política no puede mantenerse para siempre: si el dólar se rezagara sistemáticamente, eventualmente la Argentina se convertiría en el país más caro del mundo.

¿Puede el gobierno aguantar el dólar de ahora en adelante? Nadie lo sabe a ciencia cierta, ya que poder hacerlo depende de muchos factores: del precio de las commodities , de la evolución de la campaña agrícola, del éxito exportador de algunos sectores industriales y de las condiciones del mercado financiero internacional, entre otros.

Pero lo que sí sabemos es que el proceso tiene un límite, y lo que más preocupa hoy no es tanto el nivel en que estamos, sino la velocidad con la que Argentina pierde competitividad. Con una inflación del 25% anual, cada día es más obvio que no es factible seguir fijando el dólar mucho tiempo más; ni siquiera, prohibiendo importaciones.

Cuando la gente se da cuenta de que eventualmente el dólar va a acompañar de manera más cercana al nivel de inflación, los ahorristas exigen una tasa de interés que compense estos valores. Tarde o temprano, es inevitable que esto ocurra, y habrá terminado entonces el período de tasas de interés bajas. La suba de las tasas de interés, a su vez, resentirá el consumo y la inversión, lo que desacelerará la economía. En las últimas semanas han aparecido algunas mínimas señales de tensión en los mercados financieros: una creciente compra de divisas y una tasa interbancaria que sufrió fluctuaciones que no se veían desde hace años. Quizá sean un indicio incipiente del proceso que describimos.Estamos a tiempo

Lo interesante es que cuanto más alta se mantenga la tasa de inflación, mayores serán los temores de que el tipo de cambio empiece a moverse y más rápidamente se producirá la suba en la tasa de interés, con su consecuente efecto negativo sobre el crecimiento. Y cuanto más tiempo se mantenga esta política, más violento será el ajuste cuando ocurra. Paradójicamente, y al contrario de lo que piensa el Gobierno, hoy desacelerar la tasa de inflación es la manera más efectiva de moderar las expectativas sobre el tipo de cambio, porque ralentiza y amortigua el efecto negativo sobre el crecimiento que tendría un abrupto reacomodamiento en las tasas de interés. El Gobierno está a tiempo de afrontar el problema, pero la solución no es profundizar las políticas de los últimos años, sino todo lo contrario.
 El autor es presidente del Banco Ciudad de Buenos Aires